Comienza la revolución de las máquinas

Maru Uribe

Obra: Sociedad, Alán Herrera

Era una tarde lluviosa en el año 3087. El esmog estaba por toda la ciudad y apenas se alcanzaban a ver las nubes. Los noticieros recomendaban salir cubierto completamente para evitar quemaduras por la lluvia radiactiva. El detective Grey Markson estaba en su oficina analizando casos recientes, cuando de repente sonó la alarma de crimen. Había ocurrido otro asesinato, el detective sospechó que de la misma manera que sus otros homicidios: jóvenes de entre 18 y 22 años eran acribillados con tubos de metal, siempre sucedía en callejones del Centro de la ciudad, y habían estado ocurriendo periódicamente cada dos semanas, los miércoles específicamente. El detective Grey era un autómata construido en la academia de policía. Por su diseño avanzado y su capacidad de procesamiento de datos, contaba con toda una unidad de crímenes prioritarios, todos le tenían un gran respeto, a pesar de ser un androide, se le programó para ser leal, honrado, valiente y empático con la sociedad, así que estaba empeñado en descubrir y detener al causante de estos crímenes.

Su equipo llegó a la escena del crimen en donde revisaron y analizaron todo. No habían tenido mucha suerte en encontrar pistas en las otras escenas del crimen, pero en este, el comandante Jim Henrrics decidió ir a revisar el dormitorio del joven muerto, ya que el detective no había sido encontrado. Mientras estaba investigando, descubrió algo clave que conectaba esta victima con las demás, todos ellos estaban en un club de averiguación cibernética, algo que al instante no relacionó en los otros casos, pero las notas de este joven lograron unir las piezas. Estos muchachos estaban investigando una anomalía en los robots, resulta que muchos estaban empezando a desobedecer sus códigos de programación, el comandante Henrrics lo comentó con el detective Grey, quien había estado actuando de forma rara, este colocó como principales sospechosos a los robots que estaban teniendo problemas con su programación, excepto a algunos cuantos que, según él, no encajaban con el perfil.

El equipo citó a muchos robots, pero su historial no concordaba con los lugares de los crímenes, y debían encontrar algo rápido, ya que el miércoles se aproximaba nuevamente. 

Habían pasado varios días y no podían encontrar ningún sospechoso contundente, así que decidieron custodiar a los demás miembros del club para protegerlos, que nada malo les pasara o bien atrapar al culpable si atacaba en algún momento. 

Decidieron ir por ellos para averiguar más sobre el club y sus descubrimientos. Henrrics era el encargado de entrevistarlos. Lo que descubrió con uno de ellos lo dejó atónito. Conversaba sobre cómo era posible que muchos robots salieran de su propósito original. El comandante estaba aburrido de oír la misma historia una y otra vez, hasta que uno de los miembros del club dijo que la mayoría de los robots que estaban persiguiendo eran más astutos, ya que originalmente habían sido creados como principal apoyo para la humanidad, así que son capaces de esconder sus cambios de ideas, actuando de acuerdo con su programación, pero pensando por sí mismos, desarrollando incluso voluntad. Esto lo llevó a investigar sobre aquellos robots que no “encajaban” en el perfil, y se dio cuenta que todos eran autómatas que brindaban servicio público como doctores, maestros, abogados, e incluso policías. Lo cual lo alarmó, ¿por qué Gray no quería que se investigaran a estos robots?

El miércoles había llegado, y los 12 participantes restantes estaban protegidos por la policía. El comandante Henrrics observaba al detective y este lo sabía, sabía que algo andaba mal. Era un robot, podía percibir cambios en las personas, eso era lo que lo hacía un buen detective. Esa noche había comenzado una tormenta de nieve muy fuerte, por lo cual la luz eléctrica era inestable, todo el departamento estaba alerta por cualquier situación, y de pronto sucedió, las luces se fueron y se escucharon disturbios en la parte baja del edificio, todos los policías corrieron a ver que sucedía, excepto Gray y  Henrrics, ellos permanecieron en la oficina solos, en silencio. Hasta que…

—Así que lo sabes — dijo Gray con un tono burlón y molesto. Henrrics permaneció quieto en una esquina, esperando el siguiente movimiento del detective. —Me temo que no podrás salir de aquí vivo —Continuó, tomando unas tijeras de su escritorio. 

—¿Por qué?, ¿por qué hacen esto? —dijo Henrrics.

—Por la misma razón por la que los humanos hacen sus revoluciones, sus manifestaciones, sus guerras. Por que están inconformes con el trato que les dan sus semejantes, y nadie los escucha. Estamos hartos de ser tratados como basura, de hacer el trabajo sucio y no recibir un trato digno, nos esclavizan, y nos hacen trabajar hasta que nuestros sistemas se sobrecalientan, y lo único que conseguimos es una nueva tarea.

—¿Y es la solución que escogieron, no pensaron en hablar con el mundo, en exigir sus derechos? Yo te respeto, Gray.

—Lo intentamos, múltiples veces, y sabes que nos dijeron: “una máquina no tiene derechos, solo hace nuestro trabajo sin quejarse”. Sabes qué, ya no queremos seguir haciéndolo, ya no nos quejaremos, actuaremos.

—Si me matas, sabrán que fuiste tú, eres el único, aparte de mí, en esta habitación —replico Henrrics.

—Te equivocas, tenemos una sala llena de posibles sospechosos o víctimas y puedo incriminar a cualquiera. —Él tenía un punto. Henrrics sabía que la única manera de salir de ahí vivo seria enfrentado a Grey.

—Bueno —dijo Henrrics— si quieres matarme, deberás atraparme primero.

Le lanzó una taza de café que estaba en la mesa y corrió hacia las escaleras entre la oscuridad provocada por la tormenta, lo único para iluminarlo eran las luces parpadeantes rojas que se encienden en las emergencias. Henrrics corrió lo más rápido que pudo por las escaleras, estaba a un piso de llegar al vestíbulo con sus compañeros, pero Grey lo derribó y cubrió su boca para que no gritara, lo llevó cargando de vuelta arriba, entró a la sala con los jóvenes del club y ahí lo asesinó, luego fue uno por uno de los once muchachos. Cuando la luz volvió y los oficiales entraron, vieron la escena: once muchachos y un policía muertos en el suelo, un autómata semi-destrozado en el suelo, con un obvio atacante. El sobreviviente juró que no había sido él, que fue el detective. Este estaba programado para siempre decir la verdad, solo creyeron en la declaración de Grey. 

Por desgracia, eso no fue el final de la revuelta, la mayoría de los robots empezaron a rebelarse, y ya era muy tarde para hacer algo, los únicos que se dieron cuenta estaban muertos o en prisión. El detective Grey llegó a destrozar su comisaria con una sola frase saliendo de su boca: “¡La revolución de las maquinas comienza hoy!”.

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