Maru Uribe
La ciudad está llena de ellos, hay demasiados hoy en día, y cada uno tiene algo diferente: la pintura, la forma, el tamaño, el diseño. Aunque parecen iguales, todos son distintos, y cada edificio ha tenido que construirse a su manera. Algunos parece que se elevaron solos, pero en realidad ninguno se cimentó sin ayuda. Cada uno tiene su pasado y muchos tienen historias que nadie imagina. Últimamente los edificios se están agrietando, están teniendo problemas en su interior y están mostrando sus rupturas en su exterior. Se tienen algunas ideas del porqué pasa esto, algunos dicen que es por la edad, otros que por las experiencias que se han vivido y por las que se pretendieron vivir, incluso algunos dicen que siempre estuvieron mal, desde los cimientos mismos. Eso no es verdad. La verdad es aún más triste: nosotros los agrietamos, los dejamos caer. Algunos edificios piden nuestra ayuda para mantenerse en píe, pero como los creemos defectuosos, los abandonamos, los dejamos arreglárselas por sí mismos. Necesitan una remozada, a veces se trata de una reparación sencilla; otras, hay que llamar a un experto. Pero es más fácil dejarlos caer y derrumbarse. Es verdad, algunas veces no nos darnos cuenta; otras, sí, pero nuestra soberbia nos impide ayudar… Lo peor es cuando solo queremos sentirnos bien por seguir de pie y esos viejos edificios ya no.

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