Andrea Ortega Márquez
Laura vivía con sus papás en un fraccionamiento muy bonito. Los papás de Laura estaban muy preocupados porque su hija fuera exitosa y hacían todo lo posible para que eso fuera posible. Laura tenía lecciones de tenis, natación, francés y chino: “nunca se está suficientemente preparado”, decía su mamá.
La pequeña Laura tenía una amiga, Fiona, ella era una niña muy animada, siempre participa en clase y hacía dibujos muy lindos y coloridos
Un día, Fiona decidió invitar a Laura a su casa, ellas rieron y jugaron hasta que, a las cinco de la tarde, la mamá de Laura llegó a recogerla.

– Muchas gracias, amiga, por invitar a mi hija, pero Laura no pude faltar a su lección de natación y, además, en solo dos semanas inician los exámenes, seguro tú y Fiona ya comenzaron a estudiar.
– Pues no, amiga, estudiamos unos días antes.
– Seguro es porque tienen muchas lecciones en las tardes.
– Bueno, los martes, jueves y sábados juega fútbol en un equipo. A ella le gusta y a mí me encanta verla feliz.
La mamá de Laura no podía creerlo, eso no era suficiente.
Dos semanas después, Laura tuvo ese dichoso primer examen. ¡Desgracia! Laura sacó un seis. Su mamá no podía creerlo, quería gritarle a su maestra por no explicar bien, a sus amigos por distraerla y a los libros por no ser más largos y no tener más información. A lo lejos, vio a Fiona y a su mamá muy felices porque había sacado un diez.
Moraleja: Los niños solo necesitan ser niños. Ningún adulto tiene derecho a arrebatarle la felicidad a los niños solo porque están asustados por el futuro. Un niño no debe cargar con lo que cargan los adultos.
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