Estás sentado
en el centro de esa gran habitación,
es lo único que conoces,
a la vez sabes nada.
Eres tan pequeño,
insignificante,
y sin embargo,
crees que lo eres todo.
¡Oh, mira!
La pared de tu mundo se abre,
una figura envuelta en trapos entra.
¡Hermano, ven conmigo!
¡No!, ¡no lo necesitas a él ni a nadie!
¡Eres Dios!
Por fin se fue,
¡qué molestia!
El cuarto se empieza a mover,
empiezas a comértelo
o él te come a ti.
Intentas huir,
¡pero es muy tarde!
Eres tan pequeño e insignificante.
Deja una respuesta