Un hombre llamado Isaac

Mariella Herrera Barredo

Mi nombre es Isaac, Isaac Newton. Nací el 25 de diciembre de 1642 en un pequeño lugar de Inglaterra llamado Woolsthorpe, Lincolnshire. Mi infancia no fue muy linda, ya que no conocí a mi papá porque, por desgracia, el murió antes de que yo naciera. Mi mamá se enamoró de un nuevo hombre con el que pronto se casó. El tipo no me quería cerca, por lo que me mandaron a vivir con mi abuela cuando tenía tan solo tres años. Cuando viví con mi abuelita, me enfermaba mucho. Siempre tuve una salud muy mala. También tuve muy pocos amigos, era muy callado, muy introvertido, como que andaba en la luna muy seguido. Como casi no hablaba, hasta mis maestros creían que no era un buen estudiante, sin embargo, mis pocos amigos decían lo contrario, ya que siempre los ayudaba a hacer sus tareas y siempre estaban bien hechas. Cuando estaba con mis amigos, me gustaba jugar a construir objetos y realizar experimentos, siempre mezclando cosas, echando a volar mi imaginación.

Cuando terminé la escuela, mi abuelita me puso a que la ayudara en la granja, pero siempre se me regaba el agua, se me salían los animales de los corrales o los alimentaba mal, es que siempre andaba muy distraído en mis pensamientos. Me parecía más interesante ver cómo caían las hojas de los árboles y sus frutos a distintas velocidades o ver cómo cambiaba el agua a hielo solido con el frio del invierno. Siempre me preguntaba el porqué de estos hechos. Y me inventaba respuestas posibles que anotaba en una pequeña libreta que me compró mi abuela en el pueblo.

Así, un buen día, decidí que, en lugar de seguir cuidando animales, mejor continuaría estudiando. Ingresé al Trinity College de Cambridge. Lo malo es que ahí tuve que trabajar ayudando a mis compañeros a limpiar sus cuartos, lavar sus ropas, hacer sus tareas para conseguir dinero, ya que no tenía para pagar la escuela. Amaba estar en la biblioteca leyendo todo lo posible de la Filosofía Natural y estudiando mi pasión: las matemáticas.

Por desgracia, mientras estaba estudiando, la escuela fue cerrada porque hubo una epidemia de peste bubónica. Nos mandaron a todos de vuelta a nuestras casas, por lo que tuve que regresar a la granja de mi familia, pero no quería cuidar animales de nuevo. Seguí con mis estudios como pude, con pocas cosas. Un día salí a dar la vuelta por la granja, para distraerme del encierro, y vi un arcoíris, se me hizo muy bonito, pero quería saber cómo se formaban los colores en el cielo. En pocos días, mi ventana estaba llena de agujeros para que la luz pasara y así poder separarla con un prisma. Así desarrollé mi teoría de la óptica. Me animé a experimentar con las matemáticas, la mecánica y la fuerza que atrae las cosas al suelo.

Con frecuencia pensaba que el universo trabajaba como una máquina y que había leyes que lo hacían trabajar de esta manera. Admiraba y coincidía con los pensamientos matemáticos de Galileo Galilei. Consideraba que ese era el camino para explicar el funcionamiento de la máquina y probar muchas leyes. Por mi parte, formulaba experimentos con el movimiento y lo que después llamaría gravedad. Mis teorías se soportaban por las matemáticas, las cuales pueden explicar casi cualquier cosa en el mundo.

Fui un gran maestro en la escuela donde estudie, lo que me hacía muy feliz. Viví haciendo lo que más me gustaba: descubriendo, estudiando y enseñando… Aportando mi granito de arena para el desarrollo humano.

Imagen: Isaac Newton/ Internet

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