Fábulas navideñas: Tercera parte

Un muñeco de nieve

Alondra Ceballos Ruiz

Había una vez, en Navidad, un muñeco de nieve que se encontraba afuera de una casa.

De la casa salía un olor que llamó la atención del muñeco, por lo cual, se acercó a la ventana de la vivienda para averiguar de qué se trataba. Cuando se asomó, quedó fascinado con todo lo que había: un árbol lleno de luces, botas de tela repletas de dulces colgadas arriba de la chimenea y, en la mesa, una bandeja de galletas de jengibre.

El muñeco no lo pensó dos veces y entró a la casa, luego se dirigió al árbol decorado con luces. Al intentar tocarlo, se picó con las ramas, dejando su nieve llena de espinas. Después miró hacia a las botas colgadas en la chimenea, quiso tomar unos dulces, pero al momento de acercarse, se empezó a derretir por el calor que provocaba el fuego.

El muñeco estaba decepcionado, pues ya no quería experimentar más cosas navideñas que lo lastimaran, por lo que se fue de la casa, sin probar las ricas galletas de jengibre que lo esperaban.

Muñeco de nieve, Internet

El burrito y el reno

Renata Murillo López

Hace mucho tiempo, en una granja ubicada en el Polo Norte, vivían dos animales un poco peculiares. Ernesto el reno y Manuelito el burrito, a pesar de vivir en el mismo lugar, no tenían las mismas tareas diarias, pues Manuelito usaba su lomo para trabajar en jornadas muy cansadas y extensas, mientras que el Ernesto se divertía jugando con sus amigos en la nieve y disfrutaba mucho el ayudar a entregar juguetes junto con Santa Claus.

El burro, mientras terminaba las labores del trabajo, vio cómo el reno volaba por el cielo y, aunque nunca había sentido envidia, esto hizo que despertara un deseo en su corazón, soñaba con volar y ser tan reconocido como el reno.

Un día, Manuelito decidido se acercó a hablar con Ernesto y compartirle sus deseos, diciéndole lo siguiente: “no entiendo qué es lo que tengo de malo, a mí nadie me elogia como a ti y mi trabajo no es reconocido”. El reno, al escuchar las palabras del burro, sonrió y le dijo: “Querido amigo, cada uno tiene cualidades y habilidades distintas, no necesitas volar para que te quieran, tú eres muy fuerte y dedicado con tu trabajo y eso es algo de admirar. ¡Yo te admiro!”.

El burro reflexionó sobre las palabras de Ernesto. Aunque le costó trabajo, empezó a reconocer sus propias habilidades. A partir de este momento, algo cambió dentro de él, pues aprendió a aceptarse así mismo y a valorar sus propias fortalezas. Con esto en cuenta, ayudó a los demás animales del Polo Norte a que sacaran lo mejor de ellos.

Árbol de Navidad en el bosque/Internet

Un perfecto árbol de Navidad

Lis Regina Ramírez Almanza

En una fría noche de diciembre, un pequeño abeto soñaba con ser el árbol de Navidad perfecto. Sin embargo, al observar a su alrededor, notó que sus ramas no eran tan frondosas como las de sus vecinos.

Desanimado, decidió pedirle consejo a la sabia Estrella del Norte y esta le dijo: “La verdadera magia navideña no está en la perfección, sino en la generosidad y la alegría que compartes”.

Inspirado, el abeto decidió ofrecer refugio a los pájaros y regalar sus pequeñas piñas como adornos.

A medida que se acercaba la Nochebuena, la bondad del abeto se difundió y las criaturas del bosque lo adornaron con luces resplandecientes. Así, el humilde árbol descubrió que la auténtica belleza navideña reside en el amor y la compasión que compartimos con los demás.

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑